Foto por Markus Winkler.

Una vez un catedrático de arquitectura que ha dirigido un montón de tesis, me dijo: “no se puede reemplazar el conocimiento necesario para hacer un doctorado por la motivación que se tenga”. Y esto me marcó. Su forma de decirlo me recordó esa dureza con la que se me hacían a mí o a otros/as compañeros/as de doctorado observaciones sobre nuestro trabajo, y recordé el efecto devastador que podían tener en nuestra confianza personal estos comentarios hechos sin mayor cuidado. Con todo y esto, había verdad en lo que decía.  

Sólo necesitas estar motivado. Falso: necesitas tener miedo y una fecha de entrega cercana.
Fuente: Dominio público de Internet.

Para poder resolver ciertos escollos de la tesis debemos tener una idea suficientemente fundamentada. Necesitamos realizar un trabajo inicial importante para que esta idea alcance un cierto nivel de madurez que nos de una claridad suficiente sobre lo que queremos estudiar.

Esto supone una etapa de exploración del campo de estudio, que implica muchas veces lectura, reflexión y la escritura de notas. También es una etapa en la que puedes consultar o incluso entrevistar a especialistas en tu campo, que puede ser tu director/a de tesis, pero no necesariamente. 

Aunque hay una gran variedad según la escuela de doctorado en la que estés matriculado/a, esta fase de exploración y aclaración inicial suele corresponderse con el primer año de doctorado, y termina con la presentación de un proyecto de investigación que debe ser aprobado por la comisión doctoral de tu programa.

Un proyecto de investigación doctoral es un proceso creativo –crearás algo que no existe todavía–, abierto, y en el que tendrás que tomar decisiones constantemente. Por esto, una idea inicial clara del tema que quieres investigar servirá como guía para decidir los ejes alrededor de los cuales concretarás tu revisión de la literatura, tu estrategia metodológica y tu marco teórico.

Una idea clara del tema que quieras investigar, por muy inicial que sea y por mucho que vaya concretándose y cambiando con el tiempo, es la base para que puedas formular una pregunta de investigación o una hipótesis y para que expliques a audiencias particulares por qué te interesa y por qué es relevante.

¿Cuándo es buen momento para arrancar a escribir?

La respuesta corta es ya. Se puede comenzar a escribir desde la fase preparatoria que comentaba antes de dos maneras: teniendo un diario de investigación y escribiendo notas sobre las lecturas que hagas durante la fase de aclaración.

En el diario de investigación –que puede ser digital o en una libreta de papel–, y que te recomiendo sea totalmente privado, puedes apuntar tus opiniones e interpretaciones sobre el día a día de tu investigación, es decir, sobre conversaciones, lecturas, seminarios, e incluso sobre tu trabajo de campo. Suele ser un buen lugar donde entrenar el dar tu propia visión sobre lo que lees, ves, oyes, o percibes.

Puedes incluir tus notas de lectura en tu diario de investigación, pero a mi me funciona separarlas. Cuando leas, a parte de tomar notas o hacer esquemas sobre el argumento del texto y resumir sus ideas más importantes, recomiendo fuertemente que escribas por lo menos un párrafo explicando por qué te interesó este texto en primer lugar y por qué es relevante para tu investigación. Sin darte cuenta, estarás escribiendo texto que muy probablemente formará parte del manuscrito de tu tesis de una u otra forma.

¿Y el manuscrito de la tesis propiamente? ¡No me siento listo/a!

Puedes arrancar a escribir el primer borrador de tu tesis después de haber hecho la parte más sustancial de tu trabajo de campo en el caso de las ciencias empíricas/observacionales, y con el objetivo/pregunta/hipótesis central de tu tesis siempre presente.

Seguramente no te sentirás listo/a en este punto. Y cuando no nos sentimos listos/as, podemos encontrar muchas –¡y muy creativas!– maneras de aplazar la escritura del primer borrador de la tesis.

Una gran fuente de procrastinación es el hundirse en todas estas actividades de preparación a la escritura, de maduración de ideas. Hay que saber ver cuándo este trabajo, necesario, está en realidad desviándote de tu objetivo.

Tomemos el ejemplo de la lectura. Esta es especialmente peligrosa, porque es una de nuestras actividades principales como investigadoras/es. Digo “peligrosa” con todo el humor del mundo, porque, ¿quién no ha estado días y semanas refugiado/a en un buen libro o artículo, leyendo como lo han hecho de bien otras personas? O más terrorífico aún, ¿descargando textos que nunca leeremos?

Todos los artículos que descargué y nunca leí.
Fuente: Dominio público de Internet.

La lectura es un lugar muy confortable que nos puede colocar en un rol muy pasivo así estemos tomando notas y generando ideas. Se debe entonces encontrar un equilibrio entre el aprender leyendo (o yendo a conferencias, o viendo videos de conferencias o clases magistrales) y discutiendo las ideas, y lanzarse con valentía a convertirse en autor o autora de una propuesta propia. 

La tesis es una mezcla entre estos dos roles aparentemente contradictorios: el de aprendiz y el de autor/a. Es una contradicción que muy probablemente nunca se supera en investigación. En este sentido, lidiar con ella y lanzarse a ser autor/a de tu contribución es una habilidad que te servirá para esto y para el resto de tu vida como investigador/a.

Te invito a que te preguntes si algún día te sentirás listo/a. Ahí está la dificultad. Esto de “saber lo suficiente”, o “estar preparado/a” no es una medida objetiva. Como es una sensación o una impresión, solemos dejar la decisión a nuestra brújula interna. Pero ya sabemos qué pasa: nunca sentiremos que sabemos o que hayamos trabajado lo suficiente, y en consecuencia, podríamos estar años aplazando la escritura.

Si es tu caso, te hago una segunda invitación, esta vez a pensar que esta situación es muy común y que no hay por qué avergonzarse. Te invito a que te rebeles contra el sentimiento de culpa que probablemente estás sintiendo si llevas años aplazando la escritura de tu tesis, y hagas algo al respecto.

Sal del armario de la procrastinación.

En compañía es mejor

La práctica de tomar distancia con respecto al propio trabajo es fundamental para saber por dónde comenzar a redactar. Para esto, es muy útil el punto de vista de alguien externo que sepa lo suficiente sobre lo que estás haciendo para que te ayude a no perderte en el detalle fino de las ideas, e ir al grano.

Los/as supervisores/as de tesis pueden (y deben) apoyar este proceso de maduración de la idea y del objetivo de tu investigación, pero también en esto de lanzarte a escribir. Otros recursos como los seminarios de investigación con tus compañeros de doctorado son un plus muy interesante –e importante– para dar forma a una investigación y crear estructuras de apoyo. Si tienes acceso a este tipo de intercambio, te animo a usarlo.

Para sentarte a escribir necesitas valentía y algo de optimismo, un compromiso con tu propio trabajo y tu proceso, herramientas para superar los bloqueos de escritura, y herramientas de organización y de gestión del día a día.

En mis asesorías individuales (Clínica de proyectos) y mis grupos de escritura (Calla y Escribe) trabajamos esto, precisamente. Te oriento para que te lances a escribir aunque no te sientas preparado/a para ello y aunque lleves mucho tiempo aplazando el comenzar.

Durante las sesiones de Clínica de Proyectos y de Calla y Escribe yo contribuyo a esta toma de perspectiva de la globalidad del proyecto de tesis y de escritura, y te apoyo en la toma de decisiones, no desde el miedo a hacerlo mal, sino desde una valoración honesta hecha en un espacio de cuidado donde no hay competencia ni nada que demostrar.

Te invito a ponerte en contacto si quieres escribir con una guía, acompañado/a, invirtiendo tu tiempo y energías en lo que te va a hacer avanzar realmente, gestionando la procrastinación, y logrando una buena comunicación con tu supervisor/a de tesis.

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