Soy Nadia Hakim-Fernández, doctora en ciencias sociales. Contribuyo a que haya alternativas a las formas usuales de trabajo en nuestras universidades, en donde tradicionalmente se suele valorar el resultado acabado, en donde no se cuidan los procesos de trabajo, ni el bienestar físico o mental de las personas que pasan ahí sus vidas -estudiantes, docentes, investigadoras-. Más recientemente, la presión por demostrar ser productivas y por figurar en los rankings internacionales ha hecho estragos.

Después de haber hecho una licenciatura y un máster, llegué al doctorado con las herramientas que había aprendido en el instituto y algunas durante la carrera (el grado) universitaria. Y puedo decir que las herramientas más decisivas fueron las del colegio, es decir, formas de hacer que aprendí para otros fines. Estas herramientas me permitieron sobrevivir en la universidad hasta el máster, para seguir las clases, para leer y tomar apuntes, para presentar exámenes, y para hacer trabajos de 20 páginas en una sentada.

Pero nada me preparó para un proyecto a largo plazo, en el que hay una parte personal e incluso emocional muy presente, como es el caso de una tesis de doctorado. Cuando terminé la tesis y quise arrancar otros proyectos personales y profesionales, me di cuenta que las herramientas que había autoaprendido cometiendo muchos errores me estaban sirviendo más allá de mi vida académica.

Durante el doctorado, tuve que aprender por mi misma técnicas para organizarme y equilibrar las diferentes partes del proyecto de tesis (lectura, escritura, investigación propiamente dicha, reflexión, planificación), a explicar mi investigación sin morir en el intento, lidiar con los aspectos institucionales y muchas veces políticos de la tesis -relación entre directoras/es de tesis y departamentos, entre directoras/es de tesis en casos de dobles tutorías-, y last but not least, los aspectos emocionales y motivacionales de todo el proceso. Aunque soy fan del autoaprendizaje -¡soy investigadora!-, me habría podido ahorrar la experiencia de sentirme desorientada e ineficiente constantemente.

Al final, hice una tesis de la que estoy orgullosa, y que obtuvo un Magna Cum Laude y el premio extraordinario de doctorado. Le agradezco infinitamente su trabajo a mi director de tesis y a las personas que me apoyaron -otra/as doctorando/as, y a mi pareja, que ya había acabado su tesis hacía años-. Pero creo que el camino habría sido menos tortuoso de haber contado con ciertos recursos metodológicos, un grupo de escritura y de apoyo, o la posibilidad de trabajar individualmente con alguien que me ayudara a superar ciertos retos específicos. En mi caso, mis retos eran la mezcla explosiva entre mi perfeccionismo e impaciencia, una falta de método de lectura, y la aprehensión a arrancar a escribir. Aunque este coctel molotov es común en la gente de mi entorno, me hacía sentir profundamente avergonzada, y me aislaba, aumentando el problema.

Creo que otra forma de hacer es posible, y que la tesis se puede, incluso, disfrutar. ¿Lo crees imposible? Te invito a leer los testimonios de personas que lo han logrado aquí.

Lo que he aprendido durante el doctorado lo he podido aplicar a todos los proyectos personales que han venido después. Fue una oportunidad única para aprender habilidades profesionales y vitales. Cosas como superar el miedo a hacerlo mal, aprender a hablar de temas complejos en público, escribir textos con voz propia… esto sin contar las habilidades en las que todas pensamos más directamente, como las que se necesitan para hacer una investigación de principio a fin.

Mi especialidad es el diseño de investigación, las metodologías en sentido amplio, y la mentoría de académicos/as y emprendedores/as.

Mi objetivo con Mind Academia es contribuir a que disfrutemos con nuestro trabajo y que este trabajo tenga sentido para nosotros/as mismos/as, para la sociedad, y para el Planeta.

Aquí tienes mi CV.

Trabajo en castellano, inglés, francés, y también en catalán.