
Foto por Paul Esch Laurent
Llevo 6 años dándole forma y sustancia a eso de ser “mentora”. Por un lado, porque lo veía como la manera de canalizar todo lo que sabía y todo lo que me encantaba hacer, y por otro, porque veía la real necesidad de cubrir un vacío que de forma inexplicable no se estaba atendiendo (al menos en mi realidad universitaria más cercana).
La figura de la mentora no existía cuando yo comencé a hacer este trabajo, al menos en la academia hispanohablante, y tampoco se hablaba tanto de que hubiera un problema con cómo estaban desenvolviéndose las carreras investigadoras. Poco a poco se comenzó a hablar de la crisis de la salud mental en las personas que dependen de la universidad y de su cultura laboral e institucional.
También, con los años, se comenzó a hablar de la crisis que estaba pasando la configuración decimonónica de las supervisiones de doctorado. Se comenzó a hablar de los motivos: entre ellos, la sobrecarga de trabajo de director+s de tesis; la necesidad, para hacer ese acompañamiento, de unas habilidades que no vienen de forma natural, y que no todas las personas que hacen una carrera académica están interesadas en entrenar.
Es decir, dentro de las razones de esa crisis están la sobrecarga, pero también la necesidad de diversificar las trayectorias académicas, porque en suma, y menos mal se está abriendo la conversación, no todo el mundo debe pasar por los mismos roles en su carrera académica.
Organismos europeos como LERU (League Of European Research Universities) comenzaron a hablar de esto, y comencé a sentir que lo que ya había lanzado hacía unos años, esta mentorización, se estaba convirtiendo en una necesidad oficialmente reconocida, o que por lo menos estaba ganando momentum hacia un reconocimiento.
Esto es genial teniendo en cuenta que la idea es que las universidades se pongan las pilas apoyando tanto a sus trabajador+s académic+s, como a sus estudiantes e investigador+s. ¿Apoyando a qué? A que puedan tener buenas vidas, un volumen de trabajo manejable y realista, un reconocimiento de nuestras humanidades, y también de nuestras limitaciones; y que en el caso específico de estudiantes hasta el doctorado, que ést+s puedan jugar con reglas claras, que se les dé una posibilidad realista de acabar lo que comenzaron, sobre todo las personas que no pueden acceder al apoyo que necesitan por vías privadas e individuales.
Si la universidad quiere adaptarse a las necesidades reales de las personas que pasan su vida o una buena parte de su vida ahí, es interesante que tengan en cuenta esta figura.
Y mientras esto finalmente ocurre, personas como tú que me lees, estás seguramente viviendo en carne propia algo, o todo esto:
- Director+s de tesis o de proyecto ausentes o que intimidan (aunque sea inconscientemente).
- Director+s de tesis o de proyecto que no tienen las herramientas para escuchar y acompañar una curva de aprendizaje empinada, y tampoco está dentro de sus prioridades o posibilidades materiales aprenderlas.
- Un día a día de trabajo en aislamiento y sin acceso a los recursos que una comunidad científica ofrece (el saber hacer informal y cotidiano, acceso a información clave sobre oportunidades de trabajo, acceso a personas que les abrirán las puertas en el futuro, etc.).
- Una dificultad para hacer cosas difíciles para las cuales no se ha recibido nunca una formación específica (en escritura, planificación, gestión de la complejidad de un proyecto, el paso del plan al trabajo real del día a día).
- Una dificultad para negociar los tiempos de trabajo para la tesis cuando se está en redes de colaboraciones por proyectos concretos de investigación o en laboratorios.
Y así.
Por eso surge este rol de la mentora de desarrollo de proyecto, y de escritura. No es una directora de tesis o de proyecto, no coordina el proyecto. Tampoco es la especialista central en tu campo de estudio. Tampoco es una psicóloga.
Como no concuerda con un rol fácilmente reconocible desde afuera, uno de los trabajos más arduos que he hecho durante estos años ha sido el de explicar lo que hago, y lanzar el mensaje lo más claro que he podido: hay una solución a los problemas que tienes en cuanto a la ideación y ejecución de tus proyectos de investigación y escritura o diseminación.
Y aquí sigo canalizando ese mensaje.
Creo que este rol se parece más a las profesiones en las que la especialista se pone al servicio (con reciprocidad y respeto), y para nada a la de la experta que dispensa su sabiduría a quienes se lo hayan ganado por su inteligencia. Una especie de partera de proyectos, de desenredadora de proyectos. De medium que canaliza y ve proyectos que todavía no se han materializado, pero que ya existen.
Por eso la escucha, la confianza, y una capacidad para conectar con lo que la persona que viene a las mentorías te quiere transmitir desde su razón, y desde otros lugares igualmente importantes (su intuición, su indignación), son parte importante del trabajo de una mentora.
Abajo te comparto las razones por las que es relevante una mentora de desarrollo de proyectos y de escritura, razones por las cuales es muy probable que sea la solución a tus males 🙂
Referencias
Hillebrand, Helke y Leysinger, Claudine. La perspectiva de la LERU sobre la supervisión doctoral holística . Documento de asesoramiento n.º 29, febrero de 2023.