Foto por Joe Caione

¿Alguna vez te has preguntado si es posible disfrutar escribiendo textos de no ficción, en los que se pone mucho de nosotr+s mism+s? Muchas veces este proceso se percibe como una tortura, algo que hay que sufrir y soportar con resignación. 

Pero esto no tiene que ser así para nada. Se puede escribir disfrutando. Y para explicarme mejor, y mostrar que claro que no se trata de una fórmula mágica de la felicidad ni mucho menos, te cuento la historia de Sonia, una doctoranda en Antropología, para ilustrar mi punto y cómo se puede lograr.

Sonia vino a mí cuando llevaba cuatro años desarrollando su tesis doctoral sobre el papel de las instituciones en la creación de imaginarios racistas. Con solo un año restante, se sentía completamente perdida, con trozos de texto desconectados y múltiples objetivos posibles para su investigación. Además, no se sentía cómoda en el ambiente académico tradicional, sintiendo que no había espacio para su perspectiva descolonial.

Te cuento el resto de la historia en el video de abajo. Lo que sí vale la pena que repita aquí es que la transformación fue profunda. De sentirse perdida y odiando la academia, Sonia me dijo emocionada: “Estoy contenta, no pensé que fuera capaz de escribir un capítulo con el que me sintiera cómoda, y no me imaginé que sería capaz de disfrutar esto”.

El caso de Sonia demuestra que el disfrute en la escritura académica es posible cuando creas un espacio propio para conectar con tu voz, cuando descubres tus mejores estrategias de trabajo, cuando construyes una comunidad de apoyo, y cuando defiendes tus ideas con pasión aún si parecen ir contra la corriente.

Te lo cuento todo abajo: