Foto por Svetlana Gumerova
Tan importante como sacar el tiempo para escribir, es cuidar el espacio para poder hacerlo.
He leído en varios libros que deberíamos ser capaces de escribir en cualquier lugar. Entiendo y suscribo la idea de que lo ideal es poder escribir aunque no contemos con un lugar ideal imaginario.
Es importante para no acabar excusando el que no escribamos en ese momento porque no estamos en el espacio ideal para hacerlo. Pero al mismo tiempo, creo que ese “poder trabajar donde sea”, implica una cierta atención a las condiciones mínimas que necesitamos, o dónde nos solemos concentrar mejor, para luego ser capaces de reproducir estas condiciones básicas en cualquier lugar.
Helen Sword, en su investigación “Air & Light & Time & Space”, habló con académic+s prolíficos escribiendo y publicando, preguntándoles en dónde solían trabajar. Y much+s le contaron que no podían escribir en sus despachos/oficinas universitari+s. Y no dan crédito a las personas que dicen que no escriben por no contar con un espacio dedicado para esto. Es muy interesante la investigación que ella cita del psicólogo cognitivo Ronald T. Kellogg según la cual los rituales espacializados ayudan a generar:
“Una intensa concentración, un estado motivacional o emocional favorable”, que desencadene “la recuperación de ideas, hechos, planes, y otro conocimiento relevante asociado con el lugar, el tiempo, o el estado mental seleccionado por el escritor para trabajar.” (Sword, 2017, p.: 52 de la edición electrónica, traducción propia).
Por eso lo que te propongo esta semana, que crees un espacio seguro para escribir, va en la línea de que aunque te estés moviendo de lugares de trabajo y que no puedas estar en ese espacio en el que te sueles concentrar bien o a pesar de que no cuentes con una habitación propia (va un guiño a la gran Virginia Woolf), que puedas crear ese espacio en el que te puedas concentrar. Esto pasa por saber qué necesitas para poder concentrarte y confiar en el proceso creativo que es el escribir, independientemente de donde estés.
Y a partir de ahí te propongo dos líneas:
1. La de crear las condiciones para tener un buen contenedor, un espacio físico con ciertas características. Esto no requiere que tengas una habitación cerrada especial para esto, porque puede que no sea una posibilidad. Comencemos con un lugar donde tengas acceso a un escritorio y una silla estables.
2. La de crear un ritual que te “sostenga” en tus esfuerzos por escribir, semana a semana. Los rituales van más allá de un “hábito”. Claro que te será cada vez más fácil cumplir con la(s) cita(s) semanales que te hayas propuesto para escribir, pero además de eso, un ritual te va a dar un camino de entrada a tareas o ejercicios concretos. Es decir que te ayuda a que entres en la zona de concentración, a que confíes en lo que ocurrirá en tu sesión de trabajo, y a cerrar la sesión de trabajo de una manera que te haga tener ganas de repetir.
Te lo explico todo abajo:
Referencia: Sword, Helen (2017). Air & Light & Time & Space: How Successful Academics Write. Harvard University Press. https://doi.org/10.3138/jsp.49.3.05