Foto por Daniele Levis Pelusi
Estaba intentado elegir una historia, entre todas las que conozco, de personas que han trabajado conmigo y que pasaron de no tener ni un minuto para pensar en sus proyectos de escritura a partir de investigación, a poderle dedicar incluso un par de horas a la semana en los casos de personas extremadamente ocupadas.
Pero me di cuenta de que hay un patrón, y como el perfil de estas personas y lo que hicieron para poder tener tiempo también, decidí mejor contarles un resumen de estas historias.
Por lo general son mujeres (como lo son la vasta mayoría de las personas que he mentorizado), que tienen varios trabajos, y por lo general el de la tesis es sólo uno de ellos. Son mujeres que trabajan en organismos públicos, empresas privadas, universidades de todo tipo, y que también trabajan en su casa. Son mujeres que cuidan a otras personas en varios contextos.
Y muchas de ellas me han contactado estando ya en situaciones extremas en las que no sólo no ven cómo sacar tiempo de su vida cotidiana para sus manuscritos, sino que literalmente se les acaba el tiempo que legalmente se les da para completarlos. El caso típico es el de las doctorandas en el régimen español, que tiene unos plazos muy determinados (3 años a tiempo completo, 5 a tiempo parcial, con derecho a alguna prórroga).
Y después de conversaciones juntas, orientadas por mi a través de preguntas mayéuticas, y de sus respuestas honestas y reflexivas, estas doctorandas, o profes en postdoc, y/o profesionales en otros ámbitos, han hecho lo necesario para poder abrir esa hora, hora y media, o dos horas a la semana para avanzar.
¿Cómo ha sido posible? Creo que la valentía, y la seguridad en sí mismas para negociar, renegociar, y pedir apoyo, han tenido algo que ver, pero también una estrategia para decir que no a nuevas demandas a su tiempo, y renegociar compromisos ya adquiridos.
Dicho esto, no habrán pensado que en este blog ofrezco consejos prácticos basados únicamente en la voluntad individual, desconociendo que estamos interconectad+s y que dependemos l+s un+s de ls otr+s, ¿verdad? ¡Ah, qué bueno! 🙂 Porque en efecto, para que esto sea posible, se necesita el apoyo de jef+s, colegas, miembr+s de familia, amig+s, parejas. Se necesita una estrategia en la que todas las partes relacionadas se tengan en cuenta.
¡No es magia, es un trabajo en equipo, pero un trabajo en equipo que realmente comienza por pensar que es posible cambiar tu “no tengo tiempo” a “tengo algo de tiempo de calidad para lo importante”!
Por todo esto, esta semana te quiero proponer que esta idea de “no tengo tiempo para escribir” es un piloto automático y una creencia limitante más que una realidad inamovible.
No es que se trate de decir “tengo tiempo para escribir”, y listo. Se trata de que el punto de partida para que esto deje de ser así, si es que quieres que deje de serlo. Es analizar con qué margen de acción cuentas, y que tienes algo de poder para cambiar esa situación. Pero si no te convences de que es posible sacar tiempo de calidad para ese proyecto escrito, no pasará.
En el video de abajo te cuento sobre la impotencia aprendida (Overmier, 2002) —esta idea de que si en algún momento de la vida te viste sin opciones para salir de una situación desventajosa, tu cognición y/o sistema nervioso asumen que eso es lo que pasa en muchas situaciones presentes y futuras, aunque objetivamente tengas más posibilidades—.
También te cuento de que la principal consecuencia de la impotencia aprendida es que ni siquiera lo intentemos. Todo esto lleva a una profecía autocumplida: si no intentamos algo, fallamos “por doble U”, por no llegar a la cita, y en consecuencia, confirmamos nuestros peores miedos a no ser suficientes.
En el video te hago un par de preguntas que espero te hagan cuestionarte si esto del no tener tiempo es una realidad inamovible, y las ventajas de intentar verlo de otra manera.
Referencia
Overmier, J.B. On learned helplessness. Integrative Physiological & Behavioral Science 37, 4–8 (2002). https://doi.org/10.1007/BF02688801