Foto de Maarten Van den Heuvel
Poder preguntar lo que no sabemos y pedir ayuda cuando llegamos al tope de lo que podemos solxs es una capacidad que marca en gran medida la trayectoria profesional y personal de todxs.
No hay un letrero en ninguna parte que diga “prohibido preguntar”, o “por tus preguntas te cuestionaré(mos)”.
Pero la experiencia de investigar en un medio como el de la universidad u otros medios competitivos que basan su actividad en gran parte en la acción de evaluar suele vivirse así bastante seguido. Es un medio en el que se evalúa, y donde se está expuesto, tarde o temprano, a la crítica.
Esto supone un estrés psicológico para muchas personas, pero puede ser especialmente intenso para las personas que no encarnamos una trayectoria personal o académica que se ajuste al estándar, o a la trayectoria “ideal” bajo la cual muchas cosas están diseñadas en nuestros medios académicos y laborales.
No cumples con la trayectoria ideal si trabajas mientras haces tu investigación, si has inmigrado de otro sistema educativo y/o país, si eres la primera persona en tu familia en llegar a un nivel de estudios superior, si te identificas con un género no-binario, si eres una persona racializada, si te identificas o has sido socializada como mujer, si has tenido hijxs, o si eres un hombre que no se siente cómodo con las expectativas de todopoderosismo impuestas por algunas culturas laborales.
La sensación de vulnerabilidad y desprotección frente a la crítica, a la evaluación se origina en experiencias reales, cosas que sí que han pasado, y el miedo a exponer que no sabemos algo, están sin duda relacionados con la dificultad de pedir ayuda que tenemos personas con ciertas características, y con la falta de un espacio seguro e inclusivo en nuestro medio laboral.
Quiero aquí exponer algunas reflexiones sobre ese evento que es dar y recibir “feedback”/retroalimentación a un trabajo en borrador, y poner el énfasis en lo que podemos hacer para conseguir eso que necesitamos, y que de hecho, a lo que todo el mundo debería poder acceder: una retroalimentación cuidadosa y útil para mejorar nuestros borradores, y no sólo una evaluación de un trabajo que está todavía en proceso.
Una retroalimentación generativa
Una vez más, aquí va una evidencia en contra de esta idea del/lx intelectual solitarix. Tarde o temprano necesitarás una lectura de tus borradores, que son un trabajo en proceso. Normalmente, un borrador necesita ser leído al menos una o varias veces por alguien más (o incluso 2 o 3 personas más), y algunos cambios incorporados, para considerar que un texto está listo para pasar a una fase de evaluación.
Por eso, considero importante diferenciar el momento en el que mostramos o hacemos circular nuestro texto como parte de un trabajo en proceso (work in progress), y cuando entregamos un texto que consideramos “cerrado”, es decir, el texto como un resultado o al menos como un producto listo para pasar a ser evaluado.
Creo que nuestras prácticas de mentoría y de apoyo a las personas que están en ese viaje de producir sus propios textos mejorarían enormemente si superáramos la idea de que leemos sólo para corregir y quedarnos en un “sí” o un “no”. Se trataría de crear un espacio y un tiempo dedicado exclusivamente a lo que Linda A. Fernsten y Mary Reda (2010) llaman un feedback o retroalimentación “generativa”, con objetivos muy diferentes a la devolución evaluativa, que corrige y ya está.
Con una retroalimentación generativa no sólo mejorarían nuestros textos, sino nuestra experiencia de escribir. Ojalá que se volvieran normales las sesiones de tutoría o mentoría en la que hay una parte de aportar lo que sabemos a la persona que nos lo pide, pero siempre a partir de una escucha inicial sobre lo que está queriendo decir, y encontrando los puntos a mejorar para que esos objetivos lleguen a buen puerto.
¿Vale la pena exponernos a la crítica y a la malinterpretación?
Nuestra escritura nos ha tomado una cantidad importante de nuestro tiempo y esfuerzos, y exponemos ideas que por mucho que siempre se nutran del trabajo de otrxs, son una propuesta personal (o colectiva). Esperamos que no se nos malinterprete o piense que no somos buenxs para lo que hacemos.
Escribir para otras personas es arriesgarnos a que se nos juzgue. Esto no suena muy alentador. Es aquí donde viene la pregunta del millón: ¿Para qué escribimos?
Sean los que sean tus motivos, en el fondo escribimos para que nos lean, y muy probablemente para que generar un diálogo, ofrecer un punto de vista, para hacer una propuesta, algún tipo de impacto. El conectarnos con ese motivo que va más allá de tener una nota, un diploma, una línea en la hoja de vida, hará más sencillo el momento de abrir tu texto a otros ojos.
¿Estás escribiendo porque hay un objetivo que valoras, porque crees que hay ideas que vale la pena que circulen “ahí afuera”? ¿Hay una situación que quieres mejorar, un problema que quieres resolver? ¿Hay un descubrimiento o una conexión entre ideas que quieres compartir? ¿Hay un punto de vista particular que no se está siendo visibilizando y quieres exponerlo? Esto es el motivo más grande del que hablaba arriba. Esto hace que el escribir tenga sentido, y que sobre todo el escribir para una audiencia tenga sentido. Te lo dice una bloguera.
Así, que alguien se tome el tiempo de leerte antes de exponer tu texto a una evaluación final o al gran público vale la pena. No solo vale la pena, sino que es —desafortunadamente— un privilegio.
¿Qué tipo de retroalimentación me sirve?
Básicamente, te sirve una lectura que te ayude a detectar tus puntos ciegos y que te ayude a aclarar ideas, asegurarte que la conexión entre ideas está ahí, y desarrollar o ajustar la estructura de tu texto.
En este sentido, no todas las devoluciones son constructivas y útiles, y esto se debe en parte a que no todxs las personas que tienen la responsabilidad de guiar en procesos de aprendizaje tienen los recursos (en tiempo, energía, o conocimientos), e incluso el interés, para hacer una lectura de tus borradores con comentarios que realmente te sirvan.
Aunque no cuentes con tutorxs “oficiales” en tu marco institucional o educativo que te den esta retroalimentación que necesitas, te propongo que no tires la toalla y que uses esa ventana de acción que tienes para ser proactivx, buscando lo que necesitas en otras personas con las que te interesa tener una relación de intercambio laboral e intelectual.
En concreto, te propongo 3 cosas: 1) que de forma intencional le des forma a esa situación de retroalimentación y la transformes, a tu favor, en una retroalimentación generativa, 2) que elijas a una persona en tu entorno para una lectura, y que 3) le pidas cosas muy concretas basadas en tus necesidades.
En el video de abajo te cuento las claves para que recibas el feedback/retroalimentación/devolución que necesitas para pulir tu texto, y para que puedas hacer lo posible porque tu experiencia te deje con ganas de seguir escribiendo y seguir mostrando tus textos en proceso, y con más seguridad para mostrar tus textos en una situación de evaluación.
¡Ánimo y estrategia!
Fernsten, L. A., & Reda, M. (2011). Helping students meet the challenges of academic writing. Teaching in Higher Education, 16(2), 171–182. https://doi.org/10.1080/13562517.2010.507306