Foto por “Antenna”

Esta es la segunda parte de un tema que comencé a desarrollar en la entrada anterior. Si acabas de aterrizar a este blog, te recomiendo que te devuelvas y le eches un vistazo. 

Si ya leíste la entrada anterior, seguramente recordarás que hablaba de lo interesante que puede ser el que escribamos con una audiencia imaginada con ciertas características, reemplazando las imágenes de evaluadorxs severxs que nos miran con el ceño fruncido y los brazos cruzados. 

Con la idea de que nos conviene relajarnos con el hecho de que toda buena escritura fue en algún momento escritura en borrador, fragmentada, con ideas por pulir y aclarar, te propongo en este post un ejercicio especialmente útil a la hora de hacer una de las cosas más difíciles en un proceso de escritura a partir de investigación, y en especial, en el proceso doctoral: escribir la revisión de la literatura.

Podría escribir muchas cosas sobre la revisión de la literatura. En esta entrada en particular te propongo un ejercicio que facilite el momento en el que pasas de ser “consumidora” de ideas, a “productor/x” y “autor/x”. 

Se trata del salto de la lectura y reflexión personal a la escritura, en concreto cuando debemos dar cuenta de la investigación previa que hemos leído, pero no como un resumen, sino conectándola con nuestro objeto de estudio, y dando forma a una perspectiva propia. Tener una perspectiva propia quiere decir tener un posicionamiento explícito con respecto a esta investigación previa. 

La lectura como diálogo

Al leer, estamos explorando constantemente nuestra posición en un mapa de ideas y de autorxs. Leemos para investigar, pero estas lecturas cumplen diferentes funciones, como:

1. Ayudar a definir los campos de investigación relevantes a nuestra investigación,

2. Definir un problema de investigación, 

3. Definir conceptos clave, 

4. Conocer los diferentes debates en un área de investigación (muchas veces y cada vez más interdisciplinar), y 

5. Definir la relevancia de nuestra investigación y nuestra contribución a una conversación en un nicho específico de investigación. 

Es un primer paso interesante saber qué papel tienen los textos sobre los que vamos a escribir. Y pensar en qué lugares de nuestro manuscrito desarrollaremos estos puntos, porque no van todos juntos. Esto depende de los formatos y el que elijas tú, pero suele ser el caso. 

Y después, que te tomes el trabajo con los textos de estxs autorxs como  si estuvieras literalmente teniendo una conversación con ellxs. Esto puede suponer un acto de valentía, porque asumes que tienes el conocimiento necesario para charlar con ellxs, en vez de quedarte en una posición pasiva y desempoderadora de persona que “calla y aprende”. Vas a criticar, pero no como si estuvieras evaluando estxs autorxs, sino que lo harás desplegando un argumento que forme parte de una conversación con un fin común en mente.

Al conversar imaginariamente con lxs autorxs y sus ideas estamos entrenando una capacidad fundamental: el conectarnos con nuestro propio criterio, con nuestra posición, y sí, con nuestro punto de vista crítico sobre los asuntos relevantes a nuestra investigación. 

 Esta conversación es una reflexión que acabará en un documento escrito, y formará parte de tu proyecto de investigación, de tu artículo, de tu libro. ¿En dónde la ubicarás? Depende de la función que cumpla, como decía antes. 

¿Por qué es tan difícil pasar de la lectura a la escritura?

Entender primero por qué nos cuesta es un paso importante hacia poder hacerlo, para evitar interpretarlo como una falta de capacidades innatas. Como te podrás imaginar, sostengo que la razón por la que es difícil no tiene que ver con tener o no dones naturales, dones de nacimiento. 

La primera razón por la que dar el salto de leer a escribir tiene que ver con que escribir es desarrollar un argumento propio, y en el medio académico nos enseñan que el conocimiento científico es objetivo o neutral, y esto significa para algunas corrientes de pensamiento que como escritorxs no podemos aparecer en el texto. Qué contradictorio es tener que posicionarnos sin aparecer en el texto. Y esto es más agudo si tu campo es el de las Ciencias Sociales y Humanas, y tu postura es crítica. 

La segunda tiene que ver con que la universidad es un sistema jerárquico, en el que no todas las personas tienen la autoridad necesaria para emitir su opinión. Esto es más agudo aún en personas que no tiene la posibilidad de ganarse de forma tan natural esa autoridad, aunque cumplan con los requisitos formales para tener esta autoridad, como doctorarse o tener publicaciones (Aronson y Swanson, 1991).  

La tercera es que se trata del paso de ser consumidora del trabajo de otras personas a ser autorx, y este es un cambio identitario importante, y se pueden presentar obstáculos originados en la situación que comenté en segundo lugar.

Desde este punto de vista, es más fácil entender que si no has recibido el reconocimiento oficial y no oficial de que tu opinión está fundamentada en un criterio sólido y es legítima y bienvenida, sientas que no tienes la suficiente autoridad como para criticar a autoras/es que admiras: “¿Quién soy yo para señalar omisiones de X autora?.

Y finalmente, la razón evidente: si no has escrito una revisión de la literatura antes, es normal que no sepas por dónde comenzar, ni qué hay que hacer. Escribir implica siempre un aspecto artesanal, es decir una técnica y una práctica. 

¿Una cena en mi casa?

Escribirás sobre lo que se ha investigado y publicado siempre en función de tu objeto de estudio, y no como quien redacta la lista de la compra, o como si nos estuviéramos defendiendo con antelación de algún/x evaluador/x que nos esté diciendo, en nuestra mente, “no has leído lo suficiente”, “no sabes lo suficiente”. 

En vez de limitarnos a resumir lo que han dicho otras/os en relación con nuestro tema/objetivo/objeto de estudio (dependiendo del vocabulario que uses), es decir resumir o describir, vamos a posicionarnos, es decir argumentar, mostrar.

Así que sí, todo esto pasa por asumir que eres tú el/la/lx que decide a quién invita a este diálogo.  

Esta metáfora fue desarrollada por John Smyth a partir de la idea de Howard Becker de que escribir una revisión de la literatura es como construir una mesa (reportado en Kamler y Thomson, 2014, p. 40). Smyth imaginó la revisión de la literatura como una cena en casa. 

¿Cómo implementar esta idea de la cena en casa de forma práctica? Te lo explico abajo en el video.

Trabajos citados

Aronson, Anne L., & Swanson, Diane L. (1991). Graduate Women on the Brink: Writing as “Outsiders Within.” Women’s Studies Quarterly, 19(3/4), 156–173.

Kamler, B., & Thomson, P. (2014). Helping Doctoral Students to write. Routledge.