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NOTA: Este post le va a servir sobre todo a las personas que ya hayan creado un hábito de escritura. Las sesiones de Calla y Escribe sirven, entre otras, para esto.
Imagínense ir en un coche por una carretera, solas, atravesando un desierto. Ven una larga carretera que no tiene final enfrente de ustedes. A los lados, el paisaje se pierde a la distancia, y cuando miran por el retrovisor, ven más carretera atrás. Pero ustedes siguen avanzando.
Cuando quieren saber por dónde van y cuánto han conducido, el coche tiene un montón de instrumentos a la mano: un velocímetro, un contador de kilómetros, un GPS que muestra tu ubicación en el mapa, y cuánto te falta para llegar al destino. No nos imaginamos conducir un coche sin instrumentos de navegación, ¿verdad?
Pero cuando arrancamos un proyecto de largo vuelo sin prepararnos antes, es exactamente lo que estamos haciendo. Nos lanzamos a hacer una tesis o escribir un libro, o incluso un artículo, sin instrumentos de navegación. Y muchas veces nos perdemos por el camino.
Me acuerdo cuando durante mi doctorado tenía la sensación permanente de no estar avanzando al ritmo que tocaba. Pero… ¿qué ritmo exactamente es “el que tocaba”? ¿De dónde sacaba yo la cantidad de trabajo que debía hacer en un día? ¿Con quién me estaba comparando? Seguramente me estaba comparando con ideas inventadas por mí sobre la productividad de otras personas, que por cierto seguramente tenían el mismo problema que yo. Al final, la mezcla entre ser súper ambiciosa, perfeccionista, y tener, como todo el mundo, el tiempo limitado, me pasaba factura y contribuía al sentimiento de inadecuación, de no ser lo suficientemente buena ⎼que dicho sea de paso, es el comúnmente llamado “síndrome de la impostora”.
No se me ocurre una manera más cruel de auto-exigencia. Juzgamos nuestra productividad basándonos en nuestra percepción, partiendo del sentido de seguridad que tengamos sobre nuestro propio trabajo, en un contexto típicamente competitivo donde nunca seremos lo suficientemente ni buenas, ni productivas. Sin ninguna referencia objetiva y externa, tenemos que confiar en nada más y nada menos que nuestra auto-exigencia y perfeccionismo para saber “cómo vamos”. Y ya sabemos cómo solemos percibir la realidad: como que no avanzamos y que no vamos a poder con todo.
De la misma manera que no tiene sentido conducir sin instrumentos de navegación, no tiene sentido ir en el camino de un proyecto tan complejo como una tesis o un libro, o lo que sea, sin el equivalente a esos referentes externos y cuantificables.
¿Para qué registrar el progreso?
Esta es la típica tarea que da pereza hacer, porque parece accesoria a lo que realmente nos interesa: acabar la tesis o el libro que tenemos entre manos. Pero al final de cuentas esto viene a reproducir la mentalidad según la cual lo que importa es el resultado final y no el proceso que lo hace posible. En la práctica y con el tiempo se vuelve automática cuando se vuelve un hábito.
Registrar el progreso es importante para:
- Tener un sentido objetivo de cuánto somos capaces de trabajar en un determinado periodo de tiempo para poder planificar objetivos más realistas.
- Tener consciencia de lo que hemos hecho, que muy seguramente no será “nada” como solemos pensar. Te puede evitar el sufrimiento de compararte con un ideal de ti misma que hace todo para ya, y además perfecto.
- Cuantificar nuestro punto de partida, en el caso de que queramos mejorar una habilidad (se me ocurren dos habilidades básicas: leer más y escribir más).
Aquí me refiero sobre todo a la escritura, pero también puede aplicarse a la lectura, en caso de que forme una parte importante del proceso de investigación para el proyecto.
¿Y… por qué?
Que estés convencida de que esto tiene sentido y te va a funcionar es una parte importantísima del método. Por eso te doy más razones para que veas la relevancia de registrar tu progreso.
Anders Ericsson y su equipo (Ralph Kramper y Klemens Tesch-Römer) investigan sobre el método que han usado las personas con niveles de experticia fuera de lo común, la “práctica deliberada”. Ellos demuestran que las horas invertidas no son suficientes. La estructura de la actividad que hacemos ⎼¿Cómo escribimos cuando escribimos? ¿Qué estamos intentando mejorar, la cantidad de texto producido, o su calidad? ¿Cómo hacemos esto concretamente?. El fijar objetivos claros basados en lo que podemos hacer actualmente, y tener algún tipo de feedback inmediato sobre cómo lo hicimos, es básico desde su aproximación. A falta de un coach que esté ahí con nosotras mientras escribimos, que nos de un feedback inmediato de nuestra performance, la alternativa que tenemos es establecer un método de auto-seguimiento.
Por esto, es importante que una vez fijemos con claridad nuestros objetivos y para cuándo los debemos tener acabados (por ejemplo en forma de objetivos de escritura: qué cosas quiero tener escritas y para cuándo), logremos desglosar en partes lo más pequeñas posibles las tareas que componen ese objetivo. Más adelante escribiré un post sobre la manera de elegir qué hacer entre varias tareas, en proyectos complejos.
Robert Boice, coach de escritura académica, aconseja dentro de su estrategia registrar en una tabla o gráfico al menos tres cosas:
a) El tiempo dedicado a la escritura,
b) El equivalente en páginas o palabras escritas,
c) el porcentaje de la tarea completada.
A partir de sus años de experiencia con académicas y académicos, asegura que estas tablas o gráficos de progreso son un estímulo a seguir con la actividad en cuestión, sirven también para tener una idea de qué tan realistas son los objetivos auto-impuestos por sesión de escritura, y ofrece una recompensa visible por los avances que se hayan hecho. También sirve para evaluar la efectividad del sistema de trabajo que se haya adoptado. He comprobado, como él, que compartir estos registros en público –en petit commité por ejemplo– hace que funcionen mejor incluso.
Registrar el progreso es una de las maneras de entender con más claridad qué es lo que nos está fallando en caso de estancamiento.
¿Cómo se hace?
Primero que nada, hay que trabajar en establecer una rutina de escritura. Uno(s) bloque(s) de tiempo a la semana que sea(n) “sagrado(s)”, como una cita al médico o con una misma, un tiempo que se bloquea en el calendario. Esto es parte de lo que hacemos en las sesiones de Calla y Escribe, y en las sesiones individuales de Clínica de Proyecto. Lo ideal es tener bloques de tiempo para escribir (y leer, si es el caso) de igual duración, ojalá en los mismos días de la semana para que el sentarse a escribir o leer se vuelva un asunto automático.
Aquí, como siempre, es mejor comenzar con objetivos poco ambiciosos, pero sostenibles. Lo sé, lo sé, ¡tener paciencia con una misma aquí es clave! Relajarse con el hecho de que las cosas van a tomar más tiempo de lo que pensamos, pero con la seguridad de que vamos a llegar porque no nos vamos a quemar por el camino.
La siguiente secuencia puede concretarse de muchas maneras según el estilo de trabajo que te funcione a ti. Al final te voy a mostrar una de las maneras, que es la que me funciona a mí. Aquí tomo el ejemplo de la escritura de este post de blog. Hay que adaptar este ejemplo al caso, más complejo, de un capítulo de libro, tesis, o artículo. Hay un video de Youtube explicando el sistema accesible a las personas que ya forman parte de mis sesiones.
Preparación:
1. Registra durante una semana cuántas palabras puedes escribir en una de tus sesiones de trabajo. Apúntalo.
2. Escribe tus objetivos en cuanto a productos escritos, es decir, las cosas o partes de tu proyecto que necesitas tener escritas, con una fecha realista teniendo en cuenta 1), y el número de palabras que debe tener. Esto es especialmente importante si se trata de una fecha límite auto-impuesta. Por ejemplo: Blogpost “Registrar el propio progreso”, 1500 palabras, para el 25 de septiembre.
3. Desglosa por escrito las tareas para llegar a este objetivo, entre más pequeñas las tareas, mejor.
Registro.
Los elementos importantes en este registro son 5.
1. El objetivo de escritura (por ejemplo, entrada de blog). Se puede desglosar aún más: (Por ejemplo: Objetivo y estructura del blog/ Argumento principal/ Introducción/Cierre). Yo no lo hice porque para mi escribir este post tiene un nivel de complejidad bajito a comparación con otras cosas que he escrito 🙂
2. Las tareas que componen el objetivo.
3. El tiempo dedicado a escribir cada día en minutos (por ejemplo, 60 minutos).
4. El número de palabras escritas en cada sesión (por ejemplo, 100 palabras).
5. El porcentaje aproximado que se haya completado del objetivo. Se puede incluir o no la tarea de edición que debería venir al final de haber completado el número de palabras que se fijó con antelación. En mi caso incluí la edición y publicación.
¿Cómo se ve todo esto?
Ahí está el quid de la cuestión. No hay un sistema definitivo para todo el mundo. Hay que ir probando y adaptando estos elementos a tu estilo de trabajo. El resultado siempre va a tener una lista de tareas y un registro de progreso (ver abajo).
Lo pueden hacer en una tabla de Excel, con un Bullet Journal, y usando la funcionalidad de conteo de palabras de sus editores de texto. Scrivener tiene una funcionalidad especifica para determinar objetivos de escritura por sesión, por semana y por proyecto. Elijan el sistema más sencillo para ustedes, o el que vean que les va a servir más allá del proyecto que tienen entre manos ahora.
Las sesiones de Calla y Escribe que facilito tanto de forma presencial como online apoyan el proceso de planear objetivos, establecer una rutina de escritura, compartir obstáculos y estrategias que funcionan para avanzar, salir del aislamiento, y claro, escribir con unas técnicas específicas que funcionan. La Clínica de Proyectos es una asesoría individualizada que te recomiendo si necesitas apoyo específico.
Suscríbete abajo para descargarte la tabla de Excel de registro de progreso tomando como ejemplo la escritura de este post, y la hoja de trabajo o “worksheet” con los pasos para montar tu propia tabla. Aquí abajo tienes el ejemplo del registro de progreso usando el sistema Bullet Journal, algo diferente.